domingo, 29 de marzo de 2015

LA EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO: IMPLICACIONES CELEBRATIVAS, TEOLÓGICAS Y PASTORALES (I)

1.     Introducción

         Si en los años posteriores al Vaticano II se vivió en la Iglesia una penosa “desafección” al culto a la Eucaristía fuera de la Misa, en este último período se está promocionando ampliamente, con el ferviente apoyo de los Papas y demás pastores la Iglesia. Son muchas las parroquias que los jueves, antes o después de la Celebración eucarística, exponen el Santísimo Sacramento y cada vez más fieles participan en la oración silenciosa ante la Eucaristía. En las diócesis, con el apoyo o tal vez por iniciativa de los mismos Obispos, aumentan las capillas, parroquias en las que se organiza la adoración perpetua.

En la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (EG) el Papa Francisco hace una referencia explícita al tema: «La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración, y me alegra enormemente que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales los grupos de oración, de intercesión, de lectura orante de la Palabra, las adoraciones perpetuas de la Eucaristía» (EG n. 262). También san Juan Pablo II, en la carta apostólica Mane nobiscum, Domine, con la que convocaba el ‘Año eucarístico’, expresaba así sus expectativas para la Iglesia de todo un año de oración y reflexión en torno al Misterio eucarístico: “Aunque el fruto de este Año fuera solamente avivar en todas las comunidades cristianas la celebración de la Misa dominical e incrementar la adoración eucarística fuera de la Misa, este Año de gracia habría conseguido un resultado significativo” (MND, n. 29).
Otro fuerte estímulo para el incremento de la adoración eucarística han sido las vigilias de adoración de las Jornadas Mundiales de la Juventud. No podemos olvidar, entre otras, la vigilia en Cuatro Vientos en agosto de 2011, con la fuerte tormenta de lluvia y viento que no impidieron que miles de jóvenes hincaran sus rodillas para adorar a Jesucristo el Señor, presente en la custodia colocada sobre el altar. A ello animó ciertamente el ejemplo de devoción serena del mismo santo Padre emérito Benedicto XVI.
Lo mismo hay que decir de la Vigilia prolongada de oración-adoración, en septiembre de 2013, en la misma plaza de san Pedro en el Vaticano, pidiendo por la paz en Siria, convocados por el Papa Francisco.
Es verdad que, junto con el desarrollo de las horas de adoración en muchos lugares, en algunos casos, uno tiene la impresión, que se expresa con el máximo respeto, de que no se ha leído el Ritual de la sagrada Comunión y del culto a la Eucaristía fuera de la Misa, y menos aún se ha asimilado la rica doctrina y teología eucarística y espiritual que contiene la Instrucción “Eucharisticum Mysterium” (EM). 
Son documentos que reflejan la conciencia de la Iglesia sobre el tesoro que le ha sido confiado, y el modo en que podemos acercarnos a tan admirable Sacramento. Se puede y se debe adorar a Jesucristo el Señor presente en el Sagrario. Creemos con fe viva que él está real y sustancialmente presente en la Eucaristía, y le adoramos con fe profunda.

Entre las distintas formas de culto a la Eucaristía fuera de la Misa, queremos detenernos en la Exposición del Santísimo. La Exposición del Santísimo tiene fin y objetivo peculiares. Los veremos explicitados en los textos del Ritual y pasaremos a comentarlos brevemente a continuación.

2.     El Ritual de la sagrada comunión y del culto a la Eucaristía fuera de la Misa

La reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II nos ha ofrecido, además del Misal Romano (el libro de altar y los leccionarios) y de los Rituales de los Sacramentos, el Ritual que regula lo relativo a la sagrada comunión y al culto a la Eucaristía fuera de la Misa (RSCCE).
Como es bien sabido, todos los libros litúrgicos promulgados desde la reforma promovida por el Concilio Vaticano II hacen preceder al desarrollo ritual – a las rúbricas – los «Prenotandos» u «Observaciones previas» para que «a través de los ritos y oraciones, todos podamos comprender bien la liturgia, el Misterio que celebramos.
El Decreto de promulgación de este Ritual parte con la afirmación de un principio fundamental, que es como el «pilar» que explica las relaciones entre la celebración eucarística y el culto fuera de la Misa: «La celebración de la Eucaristía en el sacrificio de la Misa es realmente el origen y el fin del culto que se le tributa fuera de la Misa».
Después de las Observaciones generales previas, que subrayan algunos principios sobre la «relación entre el culto eucarístico fuera de la Misa y la Celebración de la Eucaristía», el Ritual, en los capítulos I y II, habla de la «sagrada Comunión fuera de la Misa y la Comunión y el Viático llevados a los enfermos por un ministro extraordinario».  
En el capítulo III se trata sobre las «Varias formas de culto a la sagrada Eucaristía». Expone  ampliamente el tema de la primera forma de culto: «la exposición de la sagrada Eucaristía». Seguidamente presenta de forma más breve, «las procesiones» y «los congresos eucarísticos». Todo el capítulo se  caracteriza especialmente por la insistencia sobre el significado de las diferentes formas de culto, destacando de manera particular su dimensión teológico-pastoral, casi mistagógica, que va introduciendo en la comprensión de los diversos ritos, a través de los signos sensibles, lo que la Sacrosanctum Concilium (SC) sintetiza en la expresión del “per ritus et preces” (SC 48).
En este sentido, el Ritual de la sagrada Comunión y del culto a la Eucaristía fuera de la Misa parece más una Instrucción que un Ritual, aunque también ofrece los elementos rituales esenciales relativos a los tres aspectos o dimensiones arriba recordados de culto al Misterio eucarístico fuera de la Misa.
Una lectura de las notas a pie de página del Ritual  revelan que la fuente principal y casi única a la que se acude continuamente para la elaboración del Ritual es la Instrucción Eucharisticum Mysterium (EM), promulgada por la Congregación de Ritos y el Consilium en mayo de 1967. El Ritual asume las conquistas realizadas por la EM, traduciendo en la práctica sus contenidos. A esta Instrucción hizo también alusión el mismo Decreto de promulgación.


lunes, 23 de marzo de 2015

LA EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO: IMPLICACIONES CELEBRATIVAS, TEOLÓGICAS Y PASTORALES (II)

3.   VARIAS FORMAS DE CULTO A LA SAGRADA EUCARISTÍA

Nos detenemos en el capítulo III se abre con tres números de introducción general al culto a la Eucaristía en los que se perfila una verdadera teología eucarística y litúrgica.
Comienza el número 79, recomendando «con empeño» la devoción a la Eucaristía,  «también fuera de la Misa». Con este número, ya de entrada, por lo menos implícitamente, se reconoce que el culto, la adoración al Misterio eucarístico, tiene un primer momento, que es «la celebración del sacrificio eucarístico», «fuente y punto culminante de toda la vida cristiana», y «el origen y el fin del culto a la Eucaristía fuera de la Misa» (RSCCE n. 2). El inciso «también fuera de la Misa», parece querer indicar que el culto de adoración es como prolongación de la celebración, doctrina que  declara explícitamente el Ritual en sus primeros números: «para prolongar la gracia del sacrificio» (RSCCE, n 4).
Todo esto nos lleva a afirmar, ya desde el principio, que el culto a la Eucaristía fuera de la Misa, la adoración eucarística, no es tanto un «momento extracelebrativo», cuanto la actitud que corresponde a todo acercamiento a la Eucaristía, partiendo del momento de la misma celebración.
Es precisamente la celebración la que suscita y forma «los verdaderos adoradores en Espíritu y en verdad». Por eso, el culto eucarístico nunca será un sustitutivo de la Misa; el Santísimo Sacramento prolonga la presencia del Señor y su sacrificio, suscita el deseo de la plena comunión sacramental, actualiza y profundiza la gracia de la participación en el Memorial del Señor.
Escribe el Papa emérito Benedicto XVI a este propósito: «La adoración eucarística no es sino la continuación obvia de la celebración eucarística, la cual es en sí misma el acto más grande de adoración de la Iglesia… La adoración prolonga e intensifica lo acontecido en la misma celebración litúrgica» (SCa, n. 66).
El número 79 pide también la distribución de los «ejercicios piadosos» en el contexto del año litúrgico, de forma que  se pueda facilitar y conseguir la unidad, y evitar así toda posible confusión  y estridencia entre liturgia y devociones. De lo que se trata en realidad es, no de un ‘panliturgismo’, sino de la armonización y jerarquización de los varios aspectos y dimensiones del Misterio eucarístico, teniendo en cuenta las disposiciones precisas del número 13 de la Constitución conciliar sobre la sagrada Liturgia.
El número siguiente amplía la reflexión sobre estos mismos principios, sobre  la relación entre la adoración y la Misa (cf. también EM 50); con equilibrio, sitúa el culto de la presencia real entre el sacrificio eucarístico, del que procede, y la comunión a la que se destina.
El creyente que adora a Cristo Jesús en la Eucaristía es así invitado a tener siempre presentes los dos momentos de la presencia eucarística: la Misa como origen y la comunión como fin.
El culto de adoración no se presenta, pues, en el Ritual como un momento cerrado de coloquio adorante, sino como prolongación, mistagogía, que lleva a «participar más plenamente en el misterio pascual, y a responder con agradecimiento al don de aquel que por medio de su humanidad infunde continuamente la vida en los miembros de su Cuerpo».
Jesucristo presente en el Sacramento es el mismo que, por la invocación del Espíritu Santo y en virtud de las palabras de la Institución, está vivo en el corazón de la celebración eucarística: Cristo muerto y resucitado, el Sacerdote y Mediador que conduce al Padre, la Víctima que reconcilia y que se nos da en alimento.
La presencia real y sustancial del Señor en el sagrario, o expuesto en el altar, es un recordatorio, un verdadero memorial del Sacrificio eucarístico del cual proviene, y de la comunión sacramental y espiritual a la que tiende como objetivo final y consumación plena. La fe en esta realidad lleva a tener presente en la mentalidad, en la oración y en la vida la inseparable unidad entre la adoración eucarística y la celebración: «la piedad que impulsa a los fieles a adorar la santa Eucaristía los lleva a participar más plenamente en el misterio pascual».
Porque el tiempo prolongado y el «trato admirable» del que saca el cristiano «aumento de fe, esperanza y caridad», fomenta al mismo tiempo «las disposiciones debidas» para celebrar «con la devoción conveniente el memorial del Señor y recibir frecuentemente el pan que nos ha dado el Padre».
El número 81 expone otro principio: la relación profunda entre la oración ante la Eucaristía y la comunión sacramental, subrayando el fin común que une la adoración eucarística y la sagrada comunión. Ambas tienden a la «comunión = común-unión» con Cristo el Señor: «la Presencia proviene del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y espiritual».
Jesucristo en la comunión renueva el «pacto» que nos impulsa a mantener en nuestras costumbres y en la vida lo que a través de los «gestos y las palabras» de la celebración eucarística hemos celebrado y recibido por la fe y el sacramento. Se subraya aquí el principio de la conexión profunda entre celebración-adoración-vida, porque la vida eucarística se ha de manifestar también «en las costumbres», para que, «con alegría y fortaleza», discurran en el esfuerzo «por impregnar al mundo del espíritu cristiano», siendo así «testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana».
La Eucaristía es un don de Cristo, que se hace presente y nos reúne alrededor suyo para alimentarnos con su palabra y con su vida. Esto significa que la misión y la identidad misma de la Iglesia dimanan de la Eucaristía, y de ella toman siempre su forma. «A través de la Eucaristía Cristo quiere entrar en nuestra existencia e impregnarla de su gracia, de forma que en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vida».

3.1. La  exposición de la sagrada Eucaristía

Con el número 82 el Ritual pasa a tratar el tema de la primera forma de culto a la Eucaristía fuera de la Misa: la «exposición del Santísimo Sacramento», recordando de nuevo cuanto se ha dicho sobre la doble finalidad de la exposición: «lleva a reconocer la maravillosa presencia de Cristo e invita a la unión de corazón con él». De esta forma, el Ritual subraya la relación entre el culto eucarístico y la comunión sacramental: la adoración «invita a una unión con Cristo que culmina en la comunión sacramental». Y pide que la relación con la Misa aparezca claramente en los signos de la misma exposición del Santísimo Sacramento, evitando  «…cuidadosamente todo lo que en algún modo pueda oscurecer el deseo de Cristo, que instituyó la Eucaristía ante todo para que fuera nuestro alimento».
En el número siguiente se prohíbe celebrar la Misa «durante el tiempo en que está expuesto el Santísimo Sacramento en la misma nave de la iglesia u oratorio». Y la razón que se ofrece para explicar la prohibición destaca de nuevo la relación, casi la comparación, entre la exposición del Sacramento y la celebración de la sagrada Eucaristía, explicando cómo en realidad el verdadero fin de la exposición es el de «llevar a los fieles a la comunión interna», que, por otra parte, se «incluye de manera más perfecta en la celebración» (cf también SC 55).


Parece que el leitmotiv del Ritual, como ya lo era de la EM, es el principio de la unidad de todo el Misterio eucarístico. Lo dice claramente el número 4: «Para ordenar y promover rectamente la piedad hacia el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, hay que considerar el misterio eucarístico en toda su amplitud, tanto en la celebración de la Misa como en el culto de las sagradas especies, que se conservan después de la Misa para prolongar la gracia del sacrificio».
Teniendo en cuenta el desarrollo de la piedad eucarística a lo largo de la historia de la Iglesia, reconocemos que se había hecho necesario y urgente aclarar y subrayar este principio, que se demostró providencial al aportar el indispensable equilibrio a la teología y la espiritualidad eucarísticas. El Espíritu Santo, que, según la promesa de Jesús, conduce a su Iglesia a la verdad plena, la ilumina según las necesidades, a lo largo de toda su historia.

3.2. Algunos aspectos que hay que observar en la exposición del Santísimo

Dentro de las «Observaciones previas» relativas a la exposición de la sagrada Eucaristía, el Ritual dedica dos breves números – el 84 y 85 – a «algunas cosas que hay que observar en la exposición». Se deben tener en cuenta, ante todo unas rúbricas sencillas, pero que nacen como consecuencia del principio recién citado de equilibrio entre los distintos momentos o aspectos del Misterio eucarístico:
-          delante del Santísimo Sacramento, presente en el sagrario o expuesto a la adoración pública, «se hace genuflexión sencilla»;
-          y el número de cirios o velas que se encienden, para la exposición han de ser «los mismos que en la Misa».
Pienso que no importa tanto la concreción de estas rúbricas, a las que no habrá quizás que  dedicar mucho tiempo ni profundización; sin embargo, parece evidente en la Iglesia el interés y deseo de que el culto a la Eucaristía, también en los ritos, gestos, símbolos, etc., «manifieste su relación con la Misa», que es siempre el momento central, el culmen de todos los actos y ejercicios de piedad hacia la Eucaristía.

3.2.1. Exposición prolongada

Después de estas rúbricas sencillas, el Ritual en los tres números siguientes habla de la exposición prolongada de la Eucaristía. En el número 86 presenta la exposición prolongada de la Eucaristía, «cada año», como una recomendación de la madre Iglesia, explicando también su finalidad propia: «… que la comunidad local pueda meditar y adorar más intensamente este misterio». Al mismo tiempo, establece una condición, que justifica también la duración que se extiende durante algún tiempo, aunque no sea estrictamente continuado: «Esta exposición se hará solamente si se prevé una asistencia conveniente de fieles». Como se ve, el carácter «comunitario» de la participación y presencia de adoradores es importante e incluso determinante en el caso de la exposición solemne y prolongada en el tiempo.
El número 63 de la Instrucción EM, de donde está tomado el contenido de este número del Ritual, recuerda también otra condición, que aquí se omite, lo mismo que en el número 89, tomado del número 66 de EM: «con el permiso del Ordinario del lugar, y según las normas establecidas».
La referencia al Ordinario del lugar se menciona explícitamente en el número 87, al hablar nuevamente del «Santísimo Sacramento, expuesto durante algún tiempo más prolongado en las iglesias más frecuentadas por los fieles», en caso de alguna necesidad grave.
El número 88 determina sólo las posibilidades de reservar el Santísimo Sacramento en horas previamente determinadas, cuando falte un número conveniente de adoradores. Esta precisión parece que vuelve a incidir sobre el carácter comunitario de la exposición prolongada (cf. nn. 86-88).

3.2.2. Exposición breve

Sobre la exposición breve de la sagrada Eucaristía, que no tiene determinación de tiempo, trata el número 89, que coincide en gran parte con lo que establece el número 95, al hablar concretamente de la adoración. No se puede exponer el Santísimo únicamente para dar la bendición.
Y, principio importante, que pone de relieve el espíritu de la adoración eucarística: «antes de la bendición con el Santísimo Sacramento, se dedique un tiempo conveniente a la lectura de la Palabra de Dios, a los cánticos, a las preces y a la oración en silencio prolongada durante algún tiempo».
No se determina el tiempo, pero por el contenido de la adoración, se comprende que la exposición de la sagrada Eucaristía no es un rito al que se recurre para cualquier momento de oración. Exige que se le dedique un tiempo para la lectura de la Palabra, las preces y la oración silenciosa ante el Señor.
Exponer el Santísimo Sacramento con demasiada facilidad, para cualquier rato en que se disponga de un poco de tiempo, no responde, pienso, a la finalidad que expresaba el número 82 del Ritual, tomado del número 60 de la EM, y que merece la pena volver a explicitar: «la exposición de la sagrada Eucaristía… lleva a reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo e invita a la unión de corazón con él…». Éste es el fin por el que se “expone” la sagrada Eucaristía, y es importante subrayar también el elemento que se recuerda explícitamente en los números 89 y 95: «la oración en silencio prolongada durante algún tiempo».
Quizás sea precisamente el «silencio» uno de los elementos propios y que más atrae e invita a la adoración, especialmente a las jóvenes generaciones. La liturgia renovada pide expresamente el silencio no sólo en la adoración extra Missam, sino en varios momentos de la celebración eucarística, momentos que dan a la celebración un ritmo sereno que permite a todos ir sintonizando con lo que celebran, oyen y dicen. Este silencio, con el adjetivo de «sagrado» ya se había pedido en la SC entre los elementos que ayudan a «promover la participación activa», que es la principal preocupación de toda la reforma litúrgica conciliar: aclamaciones, respuestas, salmodia, antífonas, cantos, acciones o gestos y posturas corporales…un silencio sagrado (SC n. 30).
 Es importante destacar la motivación que ofrece el número 202 de la Ordenación General de la Liturgia de las Horas renovada: «… para lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la oración personal con la Palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia, es lícito dejar un espacio se silencio…».
La oración ante la Eucaristía, el silencio de la adoración, que prepara una más conveniente participación en la celebración eucarística, nos dispone también a entrar en el misterio y el tiempo de Dios, en la nube de Dios que nos envuelve a todos; en la teofanía en la que el Señor se hace presente en el altar para ser ofrecido al Padre por la salvación del mundo (cf. Papa Francisco, homilía 10.02.2014).
En los números 89 y 95 el Ritual invita a vivir la adoración, intercalando momentos de silencio, plegarias, cantos y textos bíblicos con homilía, que tengan conexión directa con el misterio eucarístico.

Después de hablar del culto a la Eucaristía en general, el número 90 del Ritual recuerda la exposición del Santísimo, la adoración en las comunidades religiosas, en las que la adoración forma parte del carisma del Instituto, tal y como ha sido aprobado por la Iglesia.

En estas comunidades se aseguraría entonces la continuidad, junto a la intensificación del espíritu de adoración, aunque el número de adoradores se tenga que reducir, según las posibilidades de las varias comunidades (cf RSCCE 90).  El Ritual subraya la razón fundamental de esta concesión: «también de esta forma,  según las normas del Instituto, aprobadas por la Iglesia, ellos adoran y ruegan a Cristo, el Señor, en el Sacramento, en nombre de toda la comunidad y de la Iglesia».

martes, 17 de marzo de 2015

LA EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO: IMPLICACIONES CELEBRATIVAS, TEOLÓGICAS Y PASTORALES (III)

4. Algunas  consideraciones sobre el Rito de la exposición, la Adoración y la bendición eucarística  

Los números 91 y 92 se detienen con detalle sobre el ministro de la exposición; según las posibilidades, y por este orden: el presbítero, el diácono, el acólito, un ministro extraordinario de la Comunión u otra persona delegada por el Ordinario del lugar. El Ritual determina también la vestidura que han de llevar los ministros: desde el alba y la estola para el presbítero o diácono, hasta «un vestido que no desdiga de este ministerio» en los otros casos.

Para el rito de la exposición, merece atención particular el número 93, en el que se indica que el verdadero lugar de la exposición es el altar, cubierto con un mantel: «Póngase el copón o la custodia sobre la mesa del altar». Sigue la concesión – «se puede utilizar» – el trono o expositorio, con la condición de que no sea «en un lugar demasiado alto y distante».
Esta rúbrica ciertamente recuerda de forma por lo menos implícita, aunque también evidente, la relación entre la exposición eucarística y la celebración. Y para subrayarla de forma más explícita, pide que en la Misa que precede inmediatamente a la exposición, si se trata de la exposición solemne y prolongada, se consagre la hostia que se ha de exponer. (RSCCE 94).
Todo el desarrollo ritual de la exposición tiene el fin de explicitar que la adoración eucarística, el culto fuera de la Misa es prolongación de la Celebración, que es siempre el punto de referencia central. 

Al hablar de la exposición prolongada o breve de la sagrada Eucaristía, hemos recordado la importancia singular que tienen los dos números que tratan explícitamente de la adoración eucarística en el Ritual, los números 89 y 95. Ratifican ante todo un principio fundamental que ha de presidir el culto al Señor Jesús presente en las sagradas Especies: «que los fieles atentos a la oración se dediquen a Cristo el Señor» (RSCCE 95); que la oración esté realmente centrada en la persona de Cristo Jesús.
Es muy importante esta recomendación, para que el tiempo de la adoración no decaiga en una piedad, sin incidencia en la vida cristiana, descentrada, en la que se intente quizás llenar el tiempo con otras prácticas de piedad o con moniciones o predicaciones que no lleven de manera directa a una mayor estima del misterio eucarístico.
Es importante, para favorecer esto, tener siempre presente la finalidad de la exposición solemne de la Eucaristía, como explicita el número 82 del Ritual, ya recordado más arriba. Ciertamente  puede ayudar para vivir el espíritu de la adoración eucarística, según la mens Ecclesia, tener presente lo que sugiere el mismo número 95 del Ritual, como ya lo hacía el número 89: lectura de la sagrada Escritura, cantos, preces, y que no falte «el silencio sagrado».
Una concesión positiva para la exposición durante un tiempo prolongado es la posibilidad de celebrar alguna hora de la Liturgia de las Horas ante el Santísimo (RSCCE 96). Considerando la adoración como una «prolongación de la gracia del sacrificio», y medio para fomentar las «disposiciones debidas que permitan celebrar con la devoción conveniente el memorial del Señor y recibir frecuentemente el pan que nos ha dado el Padre» (RSCCE 80), este número del Ritual coincide con los contenidos del párrafo de la Ordenación General de la Liturgia de las Horas número 12: «por su medio las alabanzas y acciones de gracias que se tributan a Dios en la celebración de la Eucaristía se amplían a las diferentes horas del día, y las súplicas de la Iglesia se dirigen a Cristo y, por él, al Padre en nombre de todo el mundo».
En este número 96 se habla de «exposición durante un tiempo prolongado». Entonces es cuando tiene pleno sentido la unión de la adoración con una Hora del Oficio divino. Con ello, las prerrogativas del misterio eucarístico se extienden a las diversas horas del día o de la noche.
Resulta claro, pensamos, que, así como no se expone el Santísimo únicamente para dar la bendición, tampoco se expone únicamente para celebrar las Vísperas u otra Hora del Oficio.  

Los números 97-99 del Ritual son de carácter ritual y ofrecen las rúbricas relativas a la Bendición  eucarística «hacia el final de la adoración», cuando preside el «ministro ordinario», sacerdote o diácono. El número 98 contiene también la oración antes de la bendición. Ya el número 91 había determinado que, en caso de que no haya ministro ordinario, los otros ‘ministros’ omitida la bendición, «al final de la adoración, guardan el Sacramento en el sagrario», sin ningún otro rito particular. 

De forma muy breve, el Ritual cierra todo esta parte dedicada a la exposición de la sagrada Eucaristía con la normativa relativa a la reserva del Sacramento en el sagrario. No ofrece ningún comentario a este rito, que es muy simple; sólo se indica que el pueblo puede hacer alguna aclamación.
Hablando de la reserva eucarística, puede ser oportuno recordar el número 5 de este Ritual, por su importancia; de forma clara y concisa expone «la finalidad de la reserva de la Eucaristía». Creo que ha sido la comprensión de esta «finalidad» la que ha estado como leitmotiv, motivación teológica de todo el tema sobre la exposición y adoración del Señor Jesús en el Misterio eucarístico. «El fin primero y primordial de la reserva de la Eucaristía fuera de la Misa es la administración del Viático; los fines secundarios son la distribución de la comunión y la adoración de Nuestro Señor Jesucristo presente en el Sacramento. Pues la reserva de las especies sagradas para los enfermos ha introducido la laudable costumbre de adorar este manjar del cielo conservado en las iglesias…».

5.     Las Procesiones  eucarísticas

La segunda forma de culto a la Eucaristía, que recuerda el Ritual, es la de las Procesiones eucarísticas, que podemos considerar una forma particular de «exposición del Santísimo». En efecto, Jesucristo, presente en la custodia, recorre y «se expone» para su pueblo, que hace testimonio público de su fe y piedad hacia él, presente real y sustancialmente en la Eucaristía.

Corpus Christi en la parroquia de Sta. Teresa de Toledo
Entre estas procesiones, «reviste especial importancia y significación en la vida pastoral de la parroquia o de la ciudad la que suele celebrarse todos los años en la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo» (RSCCE n. 102).
Creemos que sigue siendo actual su significación también hoy, como signo colectivo de fe y de adoración. Naturalmente el Ritual recuerda que es responsabilidad de los pastores el tener en cuenta estas mismas «circunstancias», a la hora de organizar las procesiones por las calles de los pueblos y ciudades.
En el apartado relativo a las procesiones eucarísticas, se encuentra la referencia que éstas también siempre han de tener con la celebración de la Eucaristía: «Conviene que la procesión con el santísimo Sacramento se celebre a continuación de la Misa, en la que se consagre la hostia que se ha de llevar en procesión». (n. 103).
El número siguiente (104), habla sobre el ornato de las calles y plazas, por donde pasará la sagrada Eucaristía, y permite también que se hagan algunas paradas incluso con la bendición eucarística.
Se recuerda el principio que ya hemos subrayado comentando el n. 95 de este Ritual:«que los cantos y oraciones que se tengan se ordenarán a que todos manifiesten su fe en Cristo y se dediquen solamente al Señor».
También se determinan las vestiduras del sacerdote que lleva el Sacramento: pueden ser las mismas que en la Misa o la capa pluvial. (n.  105).
Se pueden utilizar cirios, incienso y palio, «según los usos de la región» (n. 106).
En el número 107 se expresa casi el deseo de que la procesión eucarística «vaya de una iglesia a otra, aunque, si las circunstancias lo aconsejan, puede volver a la misma iglesia  de la que salió».
Se concluye la procesión, lo mismo que la adoración, con la bendición eucarística «con la que acaba la procesión y se reserva el santísimo Sacramento».  

6.     Los Congresos eucarísticos

Son una «peculiar manifestación del culto eucarístico, como una “Statio”.  Su característica, especialmente si son internacionales, pero también los nacionales o diocesanos, es que la iniciativa parte de «una Iglesia local que invita a otras Iglesias de la región o de la nación o del mundo entero», para realizar el fin principal de los Congresos eucarísticos: «profundizar juntamente el misterio de la Eucaristía bajo algún aspecto particular, y venerarlo públicamente con el vinculo de la caridad y de la unidad».
El Ritual recuerda los elementos que deben estar presentes en un Congreso eucarístico:
a)      «Una catequesis más profunda y acomodada a la cultura de los diversos grupos humanos acerca de la Eucaristía,… misterio de Cristo viviente y operante en la Iglesia;
b)       participación más activa en la sagrada liturgia, que fomente la escucha religiosa de la palabra de Dios y el sentido fraterno de la comunidad;
c)      Una investigación de los recursos y la puesta en marcha de obras sociales para la promoción humana y para la debida comunicación de bienes…: para que el fermento evangélico se difunda desde la mesa eucarística por todo el orbe» (n. 111).
El tercer elemento pone en evidencia la inescindible unidad entre la Eucaristía y la caridad, la caridad interpersonal y la caridad social. Tema importantísimo que cada vez los congresos eucarísticos nos vuelven a recordar, y estas «obras sociales» permanecen como «monumentum», memoria de la fe y de la celebración pública del misterio eucarístico y «fuerza de edificación de la sociedad actual y prenda de la futura».
El último número del Ritual sobre la sagrada comunión y el culto a la Eucaristía fuera de la Misa vuelve sobre el que ha sido como la línea roja de todo el Ritual: la centralidad de la Celebración eucarística en  todo el desarrollo del Congreso.
El Ritual pide explícitamente: «La celebración de la Eucaristía sea verdaderamente el centro y la culminación a la que se dirijan todos los proyectos y los diversos ejercicios de piedad».
Y no podía faltar, en este apartado la invitación al culto eucarístico fuera de la Misa: que haya «adoración prolongada ante el santísimo Sacramento expuesto, en determinadas iglesias…».
Cuando las condiciones sociales y religiosas del lugar lo permitan, se hará también una procesión eucarística.  (n. 112).
Con este número concluye el Ritual, toda la parte dedicada a los Prenotandos sobre la sagrada Comunión y el culto a la Eucaristía fuera de la Misa. Siguen, como en todos los Rituales de los Sacramentos, Textos de la Palabra de Dios y de la eucología para la celebración de la sagrada comunión y para el tiempo de adoración a la sagrada Eucaristía.

7. Conclusión

Dando una mirada de conjunto a todo el capítulo III del Ritual, se observa que las implicaciones celebrativas y rituales en todo momento han sido motivadas por implicaciones teológicas y pastorales, explicitadas casi siempre en sus ‘Observaciones previas o Prenotandos’.
Subrayaremos sólo algunas de las que nos parecen más evidentes e importantes para la piedad eucarística.
Algunos elementos celebrativos relativos al ornato en la exposición, a los cirios que hay que encender durante la exposición del Sacramento, la prohibición de celebrar la Misa en la misma nave donde está expuesto el Santísimo, están justificadas por principios teológicos, que el mismo Ritual se encarga de enumerar. El ornato y modo de la exposición tiene que recordar ante todo el fin de la exposición, y también tiene que tener en cuenta dos principios teológicos importantes, uno positivo y otro negativo: que manifieste su relación con la Misa y que no oscurezca el deseo del Señor en la institución de la Eucaristía: la Eucaristía ha sido instituida por Jesús ante todo “para ser ‘alimento’: «Tomad y comed…Tomad y bebed».  
Es principio dogmático  que la Iglesia ha mantenido siempre, explicito de manera directa en el Concilio de Trento. Un principio que, no entendido según la mens Ecclesia, ha llevado a no pocos a poner en duda la ortodoxia la adoración eucarística fuera de la Misa.
Se ha escrito y debatido abundantemente sobre este tema.
El Papa emérito Benedicto XVI en el n. 66 de la Sacramentum Caritatis, ya citado más arriba, escribe: «Una objeción se basaba en la observación de que el Pan eucarístico no habría sido dado para ser contemplado, sino para ser comido. En realidad, a la luz de la experiencia de oración de la Iglesia, dicha contraposición se mostró carente de todo fundamento. Ya decía san Agustín: “nadie come de esta carne sin antes adorarla”».
    También aparece bien explícita en el Ritual la relación entre el Sacrificio eucarístico y el culto de adoración: como subtítulo que abre los Prenotandos del Ritual, y vuelve a ser subtítulo en la parte relativa a la exposición. Y l n. 80 resume con pocas palabras, pero con claridad este principio, que está en la base de toda la doctrina sobre la adoración eucarística: «Los fieles, cuando veneran a Cristo presente en el Sacramento, recuerden que esta presencia proviene del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y espiritual».
La prohibición de celebrar la Misa en la misma nave donde está la exposición de la Eucaristía, ofrece una razón importante para la teología eucarística de la adoración: «la exposición tiende a llevar a los fieles a la comunión interna». Tiende a que el adorador se prepare a la celebración eucarística «con las debidas disposiciones». Al mismo tiempo, la oración silenciosa ante la Eucaristía favorece la asimilación de la Palabra y de las actitudes de Jesús, hasta el punto de hacer propias sus intenciones, y sentimientos. La adoración eucarística  tiende a ser verdadera «comunión espiritual», comunión en el Espíritu, que lleve al adorador a la unidad de vida con Cristo Jesús (cf. Ga 2,20).
Ya hemos intentado subrayar alguna otra confluencia de implicaciones celebrativas con la doctrina sobre la Eucaristía, por ejemplo el n. 85 relativo al número de las velas que se encienden: «las mismas que en la Misa». Es importante el principio expuesto, porque los signos: velas, flores, cantos, etc. son expresión de los principios que se viven.
Recordando muchas adoraciones eucarísticas y horas santas en años anteriores a la reforma del Vaticano II,  vemos que la manifestación a través de los signos: luces, velas, música, oraciones hacían pensar y sentir la adoración  era como el momento culminante, la más grande expresión de la fe y adoración de la santísima Eucaristía.
No criticamos aquellas adoraciones. Ciertamente muchas personas se han santificado viviendo aquella espiritualidad y formas de expresión de la piedad eucarística. Yo recuerdo personalmente el impacto que recibí entrando en la Congregación de las Discípulas del Divino Maestro, con la solemne exposición del Santísimo desde la Misa de la mañana hasta la bendición eucarística por la tarde. Lo recuerdo con gratitud, mientras doy sinceras gracias a Dios por la reforma litúrgica.
Por obra del Espíritu Santo, presente y vivo en la Iglesia, los padres conciliares del Vaticano II y la reforma sucesiva nos han regalado la Constitución litúrgica, la instrucción EM y el Ritual que hemos intentado presentar. Podemos decir, agradecidos, que hoy se vive el principio que es como núcleo de toda la teología y piedad eucarísticas: «La celebración de la Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana…, es realmente el origen y el fin del culto que se le tributa fuera de la Misa».


 - - - - - - - - - - -  - - - - - ---------------- - - - - -  - - - - - -  - - - -


Concepción González, pddm